dimecres, 2 d’abril del 2008

Kean

Ana, la hija de un comerciante de quesos, quiere ser actriz.
Kean, un prestigioso actor inglés, aclamado en los teatros londinenses del siglo XIX, le contesta reflexionando sobre el oficio del actor.
“Con voluntad, niña, se puede conseguir la luna que, después de todo, no es mñas que un queso en el cielo. Pero no puede una convertirse en actriz. ¿Cree usted que hace falta trabajar bien? ¿Trabajo bien? ¿Tengo yo voluntad? Se es actor como se es príncipe: de nacimiento. Y en eso, nada tiene que ver la voluntad.
No se trabaja en el teatro para ganarse la vida. Se trabaja para mentir, para mentirse a sí mismo, para ser lo que no se puede ser, y porque está uno harto de ser lo que es. Se hacen papeles de héroe porque es uno cobarde, y papeles de santo porque es uno malvado; se hace de asesino porque se muere uno de ganas de matar al prójimo; se representa porque es uno embustero de nacimiento, porque se ama la verdad y se la detesta. Representa uno, porque si no representa, enloquecería. Hacer papeles. ¿Cuándo sé yo si estoy o no estoy haciendo un papel? ¿Hay un solo momento en que deje de hacer un papel? Míreme usted: ¿odio a las mujeres o hago el papel de odiarlas? ¿Represento el papel de asustarla a usted y de darle asco o es que en realidad tengo el deseo nato de hacerle pagar las culpas de otras? ¿Eh? ¡Vuélvase usted a su casa a contar monedas de oro, y déjenos a nosotros, los actores, contar nuestras monedas de cartón!”

Jean-Paul Sartre