Vincent Malloy tiene siete años. Es un niño cariñoso y obediente. Para su edad es muy formal y responsable. Pero sueña con ser como Vincent Price. Le gusta vivir con su hermana, su perro y sus gatos. Aunque preferiría una mansión llena de arañas y murciélagos. En ella imaginaría horrores sin cuento. Y recorrería los oscuros salones abatido y atormentado. Vincent se muestra muy amable cuando su tía viene a visitarle. Pero se la imagina convertida en figura de museo de cera. Le gusta hacer experimentos con su peroo Abacrombie. Quisiera transformarlo en un horrible zombie. Cuando lo consiga, podrán salir a buscar a sus víctimas entre la niebla londinense. A pesar de tan lúgubres y criminales fantasías, le gusta mucho pintar y leer. Mientras otros niños leen humor y aventuras, el autor preferido de Vincent es Edgar Allan Poe. Una noche, mientras leía un cuento espantoso, un pasaje le hizo palidecer. La horrible noticia le dejó anonadado. Su amada esposa había sido enterrada viva. Excavó su tumba para asegurarse de que estaba muerta. Sin darse cuenta de que su tumba era el macizo de flores de su madre. Ésta, castigó a Vincent en su habitación. Había sido condenado al torreón maldito. Donde pasaría el resto de su vida solo, con el retrato de su bellísima esposa. Así pues, estaba solo, enloquecido, encarcelado, maldito. Cuando la madre de Vincent entró de repente en la habitación y dijo. Si quieres puedes salir a jugar. Hace sol, hace un día maravilloso. Vincent quiso contestar, pero no pudo emitir sonido alguno. Tantos años de aislamiento le había debilitado en extremo. Así que cogió un papel y garabateó con la pluma. Estoy poseído por esta casa. Jamás podré abandonarla. Su madre repuso: “no estás poseído ni encarcelado. Sólo son imaginaciones tuyas. No eres Vincent Price. Eres Vincent Malloy. No estás atormentado ni loco. No eres más que un niño. Tienes siete años y eres mi hijo. Quiero que salgas al aire y al Sol a jugar”. Ya más calmada se alejó por el pasillo. Mientras Vincent retrocedía despacio hacia la pared. La habitación empezó a moverse, a temblar y a crujir. Su horrible locura había llegado al máximo. Vio a Abacrombi, su esclavo zombie. Su esposa le llamaba desde la tumba, y desde su ataúd le hacía extrañas peticiones. A través de las grietas de la pared se tendían hacia él manos de esqueletos. Todos los horrores y alucinaciones que se habían arrastrado por sus sueños transformaron su risa enloquecida en un grito de terror. Quiso escapar de su demencia; se dirigió a la puerta, pero cayó desmayado, casi sin vida, al suelo. Con un hilo de voz, suave y muy lentamente, citó unos versos de “El cuervo” de Edgar Allan Poe. Se elevará mi alma desde esa sombra que en el suelo yace... Nunca jamás.
Tim Burton's Vincent
Subscriure's a:
Comentaris del missatge (Atom)
1 comentari:
SPAM!
Al leer la historia, pensaba que ésta continuaba en alguna otra parte... Será que mi imaginación a veces me juega malas pasadas.
La historia, cuando llega el momento en que lee lo que le deja petrificado, engancha mucho, eh! Lástima que sea solo un corto...
Publica un comentari a l'entrada